¿Por lo tanto,
en qué modelos sociales está educando el sistema educativo y que valores
está
transmitiendo la
escuela a las chicas y los chicos?
Así mismo, la
organización escolar nos muestra que los porcentajes de mujeres y
hombres
tanto las etapas
educativas como en los cargos de responsabilidad y poder están
representados de
forma muy desigual. Vemos que en los niveles más básicos del proceso
de
enseñanza, el de
educación infantil y primaria, las mujeres están mayoritariamente
representadas
mientras que en los niveles universitarios y en los cargos políticos
educativos
son los hombres
los que ocupan estos puestos laborales. Una lectura simple de esta
situación
nos puede
transmitir un mensaje claro. Los hombres son más aptos para ejercer puestos
de
responsabilidad
e importancia valorados socialmente, por consiguiente
los valores
que
sustentan estas
responsabilidades sociales son por consiguiente “masculinos”.
Si por otro
lado, miramos la importancia de las materias en los centros de secundaria, son
las
asignaturas de
matemáticas, la física y algunas tecnologías, las asignaturas que marcan
los
principios de la
racionalidad, del futuro trabajo, de la importancia del mundo productivo y por
lo
tanto
retributivo, son también estas asignaturas las que sirven de indicadores
educativos para
discernir y
clasificar al alumnado en inteligente, apto o nulo para la el trabajo
académico.
¿Nos ha de
extrañar por lo tanto que la gran mayoría de los chicos hagan
elecciones
académicas en
este sentido? ¿No se lo estamos indicando continuamente de forma
sutil?
Es el
pensamiento y los argumentos binarios los que representan a la masculinidad como
la
racionalidad y
el universalismo, ambas formas de entender el mundo y por ende, nos enseña
a
contraponer los
conceptos educativos y vitales como buenos o malos, importantes o
superfluos,
interesantes,
necesarios o innecesarios, relevantes o irrelevantes, masculinos o
femeninos.
No nos es
difícil entonces entender los mensajes que se transmiten en la escuela si ésta
premia
por ejemplo, el
mundo laboral y público (considerado masculino) sobre el doméstico y
privado
(considerado
femenino), el trabajo retribuido (ejercido mayoritariamente por los hombres)
sobre
el voluntario y
“del amor” (realizado por las mujeres), la producción sobre la salud y el
bienestar,
la racionalidad
sobre la emotividad, la competitividad sobre la cooperación, los
deportes
competitivos (el
fútbol, el baloncesto, el jockey, etc.) sobre los juegos (las gomas, la
charranca,
etc.), la
rapidez, sobre la reflexividad, la palabra sobre el silencio, etc.
Mientras que el
deporte considerado masculino que se juega en las pistas de los
centros
educativos
representa la fuerza física y el poder del cuerpo; las matemáticas y la física
sirven
como las
representaciones del poder racional y la fuerza mental masculina que domina
las
aulas. Serán
alumnos excelentes si son buenos en matemáticas y además son
hábiles
deportistas.
La escuela
valora lo masculino tanto en el deporte como en las ciencias.
Estas versiones
estereotipadas de la realidad influencian las visiones, las actitudes y
las
expectativas de
los chicos tanto durante su estancia en la escuela como fuera de
ella.
Sólo si
analizamos estos hechos escolares podremos entender porqué la mayoría de los
chicos
siguen
rechazando las asignaturas de humanidades.
Su inclinación
por las materias vocacionales. Sus actitudes de dominio y competitividad en
el
aula y en el
patio en cuanto al uso de los espacios y los tiempos y la atención del
profesorado.
Hasta qué punto
valoran los deportes y la fuerza física. Y su falta de interés por los valores
del
cuidado, de la
empatía, de compartir y amar.